Es probable que hayas escuchado hablar a los cocineros que
aparecen por televisión que dicen que cuando se trata de comida, la presentación
es todo. La presentación es todo, no solo con la comida, sino también con tu
cuerpo. Nosotras enseñamos a la gente cómo tratarnos. Les enseñamos que nos traten con respeto o
les enseñamos que nos traten con falta de respeto. ¿Cómo? Por la manera modesta
o poco recatada de nuestra vestimenta.
Aunque la Biblia no especifica el largo que debería tener
una falda o cuáles son las partes de piel que deben estar cubiertas, siempre podemos
volver al mandamiento de Jesús como una guía para saber cómo debemos vestirnos:
Ama a tu prójimo como a ti mismo.
Ahora piensa en esto: Sabes que los hombres se estimulan visualmente
cuando tienen delante de sí el cuerpo de una mujer, en especial si está escasa
de ropa. También eres consciente de que los hombres temerosos de Dios tratan
con desesperación de honrar a sus esposas no permitiendo que su mirada se
desvíe.
A la luz de lo dicho, si insistes en usar ropa que revele curvas
y piel, ¿tu conducta es amorosa o egoísta? Esta es una buena pregunta para que
te hagas cada mañana cuando te vistes
para el día. Intenta preguntarte: “¿Ponerme esta ropa es una expresión de amor
que no hará tropezar y caer a mis hermanos?”.
Pablo escribe en su carta a Timoteo: “En cuanto a las
mujeres, quiero que ellas se vistan decorosamente, con modestia y recato, sin
peinados ostentosos, ni oro, ni perlas ni vestidos costosos. Que se adornen más
bien con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan servir a Dios” (l
Timoteo 2:9-10).
Por supuesto, el verdadero asunto al que se refería Pablo no
era el cabello trenzado, las joyas ni la ropa costosa, sino la falta de
modestia en los adornos externos. Dios desea que nos preocupemos más por
nuestros corazones que por nuestra apariencia.
Recuerda, con el tiempo, tu figura se vendrá abajo. Algún día,
la piel se te arrugará, por más que la humectes de la mejor manera. Puedes
asegurar que tu cuerpo volverá al polvo, pero el legado virtuoso de integridad y
modestia que dejas a tus espaldas para tus hijos, tus nietos y las mujeres en
las que influyes durará hasta mucho tiempo después de la tumba.
"La Batalla de Cada Mujer", Shannon Ethridge.