Deberíamos examinarnos constantemente a la luz de la
Palabra. Si no leemos de forma tal que nos examine, no la estamos leyendo
correctamente. Debemos hacer frente a estas cosas. ¿Tomo todo el mensaje de la
Biblia? ¿Tomo todo el consejo de Dios? ¿Acepto la enseñanza referente a la ira
de Dios lo mismo que la referente al amor de Dios? ¿Estoy tan dispuesto a creer
en la justicia de Dios como en Su misericordia; en la justicia y santidad de
Dios como en su compasión y paciencia? Ésta es la cuestión.
Lo característico del falso creyente es que no se enfrenta
con todo; se limita a seleccionar lo que desea y gusta, y prescinde del resto.
En otras palabras, su característica más destacada siempre es el no hacer
frente en forma completa y honesta a la naturaleza del pecado, a los efectos
del mismo, a la luz de la santidad de Dios. El problema que tiene es que nunca
desea sentirse infeliz, nunca desea experimentar un sentido de disgusto consigo
mismo, un sentido de incomodidad. Lo que quiere evitar a toda costa es sentirse
infeliz o que le hagan sentir incómodo. No le gustan las personas que lo hacen
sentir incómodo, ni los pasajes de la Biblia que hacen lo mismo y por ello
escoge y selecciona.
Siempre busca facilidad, comodidad y felicidad; y nunca se
enfrenta adecuadamente con la doctrina bíblica del pecado, porque lo perturba y
le hace sentirse inquieto. Pero al hacerlo así, elude una parte vital del gran
mensaje de la Biblia. La Biblia es, en primer lugar, una exposición aterradora
y una descripción gráfica de los efectos del pecado.