Antes de empezar, debemos tener cuidado al usar la expresión
“la iglesia” porque eso da la impresión de que solo ha habido una institución
representativa. Debemos trazar una línea clara de demarcación entre las
personas que son parte de “la iglesia”, las ovejas que oyen la voz del pastor y
serían verdaderos cristianos, y las iglesias institucionales. Algunas personas
son cristianas culturales, pero no cristianas auténticas.
Esta distinción no es nueva. Es más, regresa hasta el mismo
Jesús. Lo leemos en Mateo: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en
el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está
en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en
tu nombre, y en tu nombre expulsarnos demonios e hicimos muchos milagros?’
Entonces les declararé: ‘Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!”.
Así que hace dos milenios Jesús habló referente a esta distinción.
Y no cabe duda que a través de los siglos se ha hecho mucho en el nombre del
cristianismo que no refleja sus enseñanzas. Por ejemplo, Adolfo Hitler trató de
matizar su movimiento diciendo que era cristiano, pero es obvio que no
representaba lo mismo que Jesús dijo y enseñó.
La Biblia es clara al decir que por nuestra naturaleza
pecaminosa continuamos haciendo cosas que no debemos hacer como cristianos. No
somos perfectos en este mundo. Y, es lamentable, pero no cabe duda que algunos de
los hechos malos cometidos a través de la historia los cometieron cristianos.
Cuando eso pasa, se actúa en contra de las enseñanzas de Jesús.
Es lamentable, pero ciertos incidentes en la historia
provocaron la desfachatez de algunas personas hacia el cristianismo. Al mismo
tiempo, hay varios estereotipos en cuanto a lo que hicieron o no concibieron
los cristianos. Algunos críticos han atacado al cristianismo cultural y fallan
pues no comprenden que no es un cristianismo auténtico.
Esto ha sido uno de nuestros problemas por siglos. Voltaire
era un gran crítico del cristianismo, sin embargo, cuando fue a Inglaterra se
encontró con unos cuáqueros y cristianos presbiterianos que los dejó muy
impresionado con su fe. Así que quizá exista una forma institucional del
cristianismo que a veces rechazan las personas, mientras que las expresiones
auténticas de fe pueden ser muy atractivas cuando los no cristianos se encuentran
con ellas.
Los historiadores han comentado que parte de la razón por la
rápida difusión del cristianismo está en que los primeros cristianos fueron muy
buenas personas. La misma bondad de los cristianos y su servicio al pobre y al
oprimido atraía nuevos adeptos. Como un historiador indicó: “Los cristianos
asombraban a los antiguos con su caridad”.
Muchos cristianos no solamente se preocupaban de los suyos,
sino también del prójimo, de los pobres, las viudas, los que sufren, de modo
que, en esencia, eran muy amorosos. Demostraban compasión hacia los niños, a
quienes a menudo los romanos y los griegos trataban con bastante crueldad al
nacer, sobre todo las niñas. El estilo de vida de los cristianos era igual a
sus enseñanzas, de tal manera que muchos de los primeros cristianos no temían
decir: “Imítenos como nosotros imitamos a Cristo”.
Luciano, escritor satírico y crítico griego del segundo siglo,
sobre el cristianismo: “Estas criaturas mal orientadas empiezan con la
convicción general de que son inmortales para siempre, lo que explica el desprecio
a la muerte y la voluntaria devoción propia que son tan comunes entre ellos; y
luego su legislador original les dejó grabado que todos son hermanos desde el
momento que se convierten, niegan a los dioses de Grecia, veneran al filósofo
crucificado y viven por sus leyes. Cada una de estas cosas las aceptan bastante
por la fe, con el resultado de que odian todos los bienes mundanos por igual,
tomándolos como simples propiedades en común. Así que confirma el hecho de que
los cristianos se trataban entre sí como hermanos y con todo desprendimiento
compartían sus posesiones”.
Así que cuando toma en consideración la valiente entrega a
la fe de los primeros cristianos; su disposición a testificar mediante su
propio martirio por la verdad de Cristo; su humilde y compasivo estilo de vida;
su preocupación de los unos por los otros y el inútil, sufrido y privado derecho
al voto en la comunidad; su compromiso a la oración; y su fortalecimiento por
el Espíritu Santo, comienza a comprender por qué la fe se esparció con tanta
rapidez.
"El Caso de la Fe", Lee Strobel.