Una de las más fieras batallas que se está librando hoy día es la adicción a la pornografía. El tema está latente dentro y fuera de la iglesia. La palabra pornografía viene del vocablo griego pornographos que significa “escrito acerca de prostitutas”. Lo que aparentemente es un momento a solas frente a la computadora, revista o video puede convertirse en una adicción difícil de superar, con graves consecuencias.
A pesar de estadísticas realizadas en Estados Unidos que muestran que un 77% de hombres convictos por delitos sexuales eran adictos a la pornografía, y más de un 50% admitió haber dramatizado una escena pornográfica con sus víctimas, las personas siguen sosteniendo que la pornografía no ejerce ningún tipo de influencia negativa y niegan que sea una adicción. Sin embargo estas investigaciones demuestran lo contrario. Por otro lado las parejas que se exponen a la pornografía pierden el concepto de lo que es real en su cónyuge y lo sustituyen por fantasía. Una vez que su pareja no se ve o actúa como él o la actriz, el cónyuge tiende a perder el interés en su pareja real. Ambos empiezan a distanciarse y eventualmente se desintegra la relación.
¿Sabías que el 43% de las personas que utilizan el internet revisan material pornográfico? Se estima que sólo un 3% de las páginas que contienen este material exigen verificar la edad del usuario. Existen más de 260 millones de páginas que contienen material pornográfico, muchas incluyen imágenes de niños explotados por la industria pornográfica. Según Enfoque a la Familia, la pornografía reduce al ser humano a ser un objeto de uso y abuso sexual. El doctor Víctor Cline narra que la pornografía nunca es casual. Esta va en aumento. Según el doctor Cline, existen etapas dentro del uso de la pornografía que son: adicción, escalada en la adicción (que implica aumento del consumo e imágenes más fuertes), de sensibilización, y finalmente dramatización, la fase donde el adicto realiza los actos vistos.