Carey cuenta que en el año 1797, después de haber estado cuatro años en India, fue confrontado por un brahmán. Él había estado predicando acerca de Hechos 14.16 y 17.30 y había dicho que en tiempos antiguos Dios había dejado a las personas andar en sus propios caminos, pero que ahora mandaba a todos los hombres en todo lugar que se arrepintieran.
El brahmán respondió: “En realidad, opino que Dios es quien debe arrepentirse por no enviar antes el evangelio a nosotros”.
No es una objeción fácil de responder. La respuesta que da Carey es sorprendente, como también lo era el Dios a quien él amaba y servía:
“A todo esto, agregaría lo siguiente: supongamos que un reino es invadido en repetidas ocasiones por los enemigos de su verdadero rey y, aunque él tiene el poder suficiente como para conquistarlos, sin embargo soporta esta situación para poder prevalecer sobre ellos y afianzarse todo lo posible. ¿El valor y la sabiduría del rey no serían mucho más exaltados cuando los exterminara que si les hubiera hecho frente al principio y evitado que entraran al país? Del mismo modo, la luz, la sabiduría, el poder del evangelio y la gracia de Dios serán más exaltados a través de vencer la idolatría arraigada y al destruir toda la oscuridad y el vicio que han prevalecido ampliamente en ese país, que si no hubieran sufrido para nada las consecuencias de caminar según sus propios deseos, durante tantos siglos”.
"Los Deleites de Dios", John Piper.