Aquí está la carta que Adoniram Judson escribió al padre de Ann, quien después fue su esposa, pidiendo su consentimiento para que fuera su compañera de misiones:
"Ahora debo preguntarle si consiente usted en separarse de su hija la primavera venidera para no volverla a ver en este mundo; si puede consentir en su partida y en su sujeción a las tribulaciones y los sufrimientos de la vida misionera; si consiente en que se exponga a los peligros del océano, a la fatal influencia del clima de la India; a todo tipo de necesidad y angustia; a la degradación, el insulto, la persecución y quizá a una muerte violenta. ¿Puede dar su consentimiento en todo esto, por el bien de quien ha dejado su hogar celestial y murió por ella y por usted, por el bien de las almas perecederas pero inmortales, por el bien de Sion y la gloria de Dios? ¿Puede usted dar su consentimiento en todo esto, con la esperanza de volver a ver su hija en el mundo de la gloria, con la corona de justicia, brillando con la alabanza transmitida a su Salvador por los impíos salvos gracias a su mediación, salvos de la desesperanza y el sufrimiento eternos?"
El padre dejó que Ann decidiera. Y ella aceptó.
Dios no nos llama a la comodidad, sino al gozo fiel. Él conoce cuánto de Sí nos mostrará y sabe cuánto costará.