Es una testigo. Su trabajo no es ampliar ni diluir
El cristiano es también un testigo. Nosotros también prestamos juramento. Como el testigo en la corte, somos llamados a decir
Somos testigos. Como los testigos en el tribunal, somos llamados a testificar, a decir lo que hemos visto y oído. Debemos decir
Hay, sin embargo, una diferencia entre el testigo en el tribunal y el testigo por Cristo. El testigo en el tribunal a la larga deja la silla del testigo, pero el testigo de Cristo nunca deja de serlo. Puesto que las afirmaciones de Cristo siempre están siendo sometidas a prueba, el tribunal está perpetuamente en sesión, y nosotros seguimos bajo juramento. Para el cristiano el engaño nunca es una opción. No fue una opción para Jesús. ¿Por qué? ¿Por qué tanta severidad? ¿Por qué una posición tan rigurosa?
Por una razón: La falta de veracidad es absolutamente contraria al carácter de Dios. Según Hebreos 6.18 es imposible que Dios mienta. No es que Dios no mentirá o que ha escogido no mentir; no puede mentir. Que Dios mienta es lo mismo que un perro vuele o que un pájaro ladre. Sencillamente no puede suceder. El libro de Tito hace eco de las mismas palabras del libro de Hebreos: «Dios, que no miente» (Tito 1.2).
Dios siempre dice
Satanás, por otro lado, halla imposible decir
MENTIROSO DE SIETE SUELAS. Pero Eva se tragó el anzuelo, y arrancó el fruto, y apenas en unos pocos párrafos más adelante vemos a su esposo y a su hijo seguir los mismos pasos, y la veracidad en el Edén parece recuerdo distante.
Todavía lo parece. Daniel Webster tenía razón cuando observó: «Nada hay más poderoso que la verdad, y con frecuencia nada más extraño».