Hace muchos años un hombre se las arregló para que lo incluyeran en la orquesta del emperador de China, aun cuando no podía tocar ni una sola nota. Cuando el grupo practicaba o tocaba, se llevaba la flauta a los labios y fingía tocar, pero sin hacer ningún sonido. Recibía un modesto salario y disfrutaba de una vida cómoda.
Entonces un día el emperador pidió un solo de cada músico. El flautista se puso nervioso. No tenía tiempo para aprender a tocar el instrumento. Se fingió enfermo, pero el médico real no se dejó engañar. El día de su solo el impostor tomó veneno y se suicidó. La explicación de su suicidio dio lugar a que se acuñara la frase que ha pasado a otros idiomas: «Rehusó hacerle frente a la música». Una frase más común en español sería: «Rehusó enfrentar las consecuencias».
La cura para el engaño es sencillamente esta: Hágale frente a la música. Diga la verdad. Algunos de nosotros vivimos en engaño. Algunos de nosotros andamos en sombras. Las mentiras de Ananías y Safira resultaron en la muerte; también las nuestras. Algunos de nosotros hemos sepultado un matrimonio, partes de una conciencia, e incluso partes de nuestra fe; todo por no decir la verdad.
¿Se halla usted en un dilema, preguntándose si debería decir la verdad o no? La pregunta para hacerse en tales momentos es: ¿Bendecirá Dios mi engaño? ¿Bendecirá Él, quien aborrece la mentira, una estrategia levantada sobre mentiras? ¿Bendecirá el Señor, quien ama la verdad, el negocio de falsedades? ¿Honrará Dios la carrera del manipulador? ¿Acudirá Dios en auxilio del farsante? ¿Bendecirá Dios mi falta de veracidad?
A mí también me parece que no.
Como Jesús, Max Lucado.