Impedimentos para escuchar la voz de Dios (segunda parte)


6. Rechazo a los mensajeros de Dios
A veces el esposo no quiere oír cuando Dios habla a través de la esposa. Otras, la esposa no quiere oír cuando Dios habla a través del esposo. Creen que no hacen más que eludirse el uno al otro, cuando en realidad podrían estar eludiendo a Dios. Quizá no nos guste el vaso o la situación por la cual nos habla, pero si escuchamos, se cumplirá su propósito, y eso es lo que realmente importa.

7. Oyentes inexpertos
Escuchar a Dios no es algo que sepamos automáticamente cuando venimos al mundo. Tenemos que adiestrarnos para escuchar. Con frecuencia nos vernos impedidos de escuchar a Dios debido a nuestra falta de experiencia, pero disponemos de algunas herramientas divinas a las que podemos echar mano firmemente para asistirnos en la tarea de escuchar su voz. Es nuestro entrenador por excelencia el que nos proporciona todo lo que necesitarnos para la absoluta obediencia.

Primero, deberíamos preguntar. Si hemos de escuchar, tenernos que aprender a preguntar persistentemente: “Dios mío, ¿qué es lo que estás tratando de decirme?”, le darnos la oportunidad de responder y dar a conocer su respuesta. Un corazón inquieto que interroga es esencial para escuchar a Dios.

Segundo, deberíamos estar a la expectativa de que Dios hable. Las Escrituras prometen que Dios va a hablar, de modo que deberíamos tomar sus palabras al pie de la letra y estar ansiosos por escucharlo.

Tercero, deberíamos reaccionar ante lo que oímos. Si no reaccionamos en absoluto ante lo que nos dice Dios, jamás aprenderemos a escuchar. Si no sabemos con seguridad que hemos oído hablar a Dios, entonces debemos actuar positivamente en el sentido en que creemos que nos ha hablado.

Cuarto, deberíamos estar alerta a los acontecimientos que confirman el mensaje. Vez tras vez Dios confirma su mensaje. Él habla, nosotros obedecemos y con bastante frecuencia la confirmación nos llega de inmediato.

Quinto, deberíamos pedirle a Dios que nos hable. Antes de acostarse a dormir, ¿por qué no le dice al Señor que está escuchando y que está dispuesto a oír lo que tenga que decir a cualquier hora de la noche? Se sorprenderá de la cantidad de soluciones necesarias para resolver problemas acuciantes que se le presentarán sin mayor esfuerzo de las.

Cuando interrogamos a Dios, cuando estamos a la expectativa de que nos hable, cuando respondemos ante lo que oímos, cuando estamos alerta a sus confirmaciones, y cuando sencillamente le pedimos que hable claramente, preparamos el escenario para la aventura más grande conocida por el hombre: la de oír al Dios todopoderoso entregarnos su mensaje. ¿Qué mayor privilegio, qué mayor responsabilidad podríamos anhelar?
Reunión de Jóvenes sábados a las 6 pm Urb. Alvarez Thomas D-11