Cualquier cosa que le tiente a abandonar lo que usted sabe que es correcto debe verse como mortal y peligrosa y se debe evitar a toda costa. Mucha gente no hace esto y quedan enganchadas por el sutil y maligno señuelo del compromiso, que conduce al pecado. Como hijos de Dios, debemos aprender a cuidar nuestro corazón y mente de las trampas mortales del enemigo.
A decir verdad, cada uno de nosotros ha hecho lo mismo en algún momento. Hemos pensado: “Esto es tan pequeño... Yo de verdad quiero hacerlo. Seguro que Dios lo aprobará”. Pero cuando Él ha dejado bien claro que no debemos hacer cierta cosa, ninguna cantidad de ruegos ni de flexibilización de reglas va a funcionar. La obediencia siempre implica una opción: la manera de Dios o la manera equivocada.
La verdad sobre ceder es esta: Comienza con lentitud y después se propaga. Una vez que se llega a una transigencia o se cede en (por ejemplo) el área del vestido, llegará a otra con respecto a con quién tiene citas. La conformidad nos impide hacer la voluntad de Dios. Nos perdemos sus bendiciones porque nos alejamos de Su voluntad y tomamos una senda diferente a la que Él nos ha dado para seguir.
Si abandona, sufrirá como resultado de su decisión. Puede tener tiempos felices, pero el sentimiento de realización se habrá ido, porque hay una distinción entre estar en el centro de la voluntad de Dios y estar en los límites.
El enemigo nunca le va a advertir que se cuide ni que tenga cuidado con lo que cree. Nunca le dirá del poder mortífero de la transigencia ni sus resultados, que son la muerte moral, espiritual y, a veces, física. Le provocará para que tenga desvaríos morales y luego le aplaudirá su decisión mediocre. Esa es solo una de las maneras en que busca lograr hacer su obra en usted.
Sabe que se está moviendo, pero no se da cuenta de cuán lejos de Dios ha llegado. Puede que suenen señales de alarma, pero la persona que compromete su fe rara vez escucha. Lo que hace es seguir alejándose a la deriva en el mar. Muchas veces la gente transige sus convicciones morales con tal de formar parte de un grupo.
¿Qué sucede cuando usted somete su vida y corazón al espíritu de transigencia? Su carácter se debilita. Sin Dios, su corazón se endurece y ya no tiene el cimiento de Su verdad como base de su vida.
La verdad de Dios se hace irrelevante. La transigencia cambia la manera en que miramos asuntos tales como el aborto, la homosexualidad, el adulterio y muchos más. La persona que está inmersa en el pecado rara vez cuestiona lo que está bien o está mal. En lugar de eso, empieza a ver al pecado como asuntos sociales que necesitan ser definidos por alguien que no sea la Iglesia.
Usted deja de contemplar algunas acciones como malas. La gente abandona la Palabra de Dios. El paso final en la transigencia es el abandono de la Palabra de Dios y sus principios. Ya no tenemos en cuenta a Dios y lo que Él dice sobre nuestras vidas, circunstancias y relaciones. Esa es la posición más penosa para los creyentes, solos, apartados de Dios y buscando su verdadero significado.
Minas Terrestres, Charles Stanley.