Hoy existen más tiendas de pornografía explícita que restaurantes de la cadena McDonald’s. Con Internet se hizo posible acceder a material pornográfico de manera anónima – y los cristianos que jamás habían ingresado a una librería para “adultos” comenzaron a coquetear con ella. Para muchos la actitud es la siguiente: “Yo soy capaz de manejar esto. Sé lo que hago. Lo que miras no puede dañarte”. Pero esto no es verdad…
¿Qué le diría Dios a los consumidores de materiales para “adultos” que piensan que se trata meramente de catalizadores inofensivos para mejorar su vida sexual? Creo que les diría: “Aléjate, es mejor para ti”. La pornografía pinta un mundo en el que el sexo es frío, mecánico, transitorio, degradante y crecientemente violento.
El 20% del material pornográfico retrata actos de asalto sexual y violación. Y ese porcentaje está creciendo. De manera inevitable, estas imágenes vuelven insensibles a quienes las ven, torciendo su forma de pensar, actitudes y valores. Lo horrible y repulsivo pronto se convierte en algo familiar, luego en algo legítimo, luego aceptable y, posteriormente, atractivo.
Esa es la mentira de la pornografía violenta: que las mujeres realmente quieren ser agredidas y que lo disfrutan. Estudios han demostrado que hasta las imágenes pornográficas no violentas pueden debilitar las actitudes de los hombres hacia la agresión sexual.
La pornografía no mejorará su vida sexual; la envenenará. Le presenta comparaciones falsas, insta a los hombres a actuar por fantasías que pueden degradar a sus esposas en vez de afirmarlas o valorarlas, e introduce falta de confianza y egoísmo a la relación.
Dios diseñó la sexualidad para que ésta fluya a partir de una relación de amor e intimidad que nutre, en la que hay comunicación, cosas en común, servicio, romance y ternura. El uso de la pornografía provoca un corto circuito en todo eso.
Con la pornografía la mujer comienza a sentir que la utilizan y abusan de ella, y el hombre comienza a sentirse frustrado y vacío. Comienza a pensar que una nueva posición, una nueva actividad o, mejor aún, una nueva pareja (o parejas) podrían aliviar su frustración y vacío personal.
Con mucha frecuencia, el uso de la pornografía puede hacer que los hombres se rebajen al uso de materiales cada vez más grotescos, como el camino cuesta debajo de un adicto a los fármacos que necesita dosis cada vez más fuertes para alcanzar el mismo éxtasis.
La pornografía te promete todo, pero no produce nada. Sólo crea minusválidos emocionales. Si estás metido en esto, es importante hablar con alguien al respecto. Si no lo haces, ésta te hundirá sus garras cada vez de manera más profunda. Cuéntale a un amigo en quien confías y pídele que te acompañe a través del sendero de la recuperación. Que la vergüenza no te detenga.
Pero antes conversa con Dios al respecto. Más del 80% que sucumbieron a esta tentación, lo hicieron cuando no pasaban mucho tiempo con el Señor. Acuda a Él por ayuda. Ahora mismo.
"Trece Escandalosas Afirmaciones de Dios", Lee Strobel.