La iglesia es en realidad idea de Dios, y no un plan o programa inventado por los seres humanos. Por cierto, la iglesia es la única institución que Dios prometió sostener para siempre.
Es allí donde entra en juego la pasión. No basta con formar parte de la iglesia universal. Cada cristiano es llamado al compromiso apasionado con una iglesia local específica. ¿Por qué? Porque la iglesia local es la clave para el crecimiento y la salud espiritual del cristiano. Y como “cuerpo de Cristo” visible en el mundo, la iglesia local es central en el plan de Dios para cada generación.
Veamos un breve perfil de una persona que no toma en serio una iglesia, SU iglesia, o no ve la necesidad de congregar en una. Es lo que llaman “coquetear con la iglesia”. ¿Ves en ti una o más de estas características?
Primero, nuestra actitud hacia la iglesia suele estar centrada en nosotros mismos. Vamos por lo que podemos recibir: interacción social, programas o actividades. La pregunta principal es: ¿Qué puede hacer la iglesia por mí?
Un segundo signo del que coquetea con la iglesia es la independencia. Vamos a la iglesia porque es lo que se espera del cristiano, pero nos cuidamos de involucrarnos demasiado, en especial con la gente. No le prestamos mucha atención al propósito más amplio de Dios para nosotros como parte vital de una familia en una iglesia específica. Así que lo hacemos todo de forma mecánica, sin involucrarnos.
Y lo más esencial, quien coquetea con la iglesia suele ser crítico. No tenemos una alianza fuerte y enseguida encontramos defectos en nuestra iglesia. Tratamos a la iglesia con la mentalidad del consumidor, buscando el mejor producto por el precio de nuestro domingo por la mañana. Como resultado, somos inconstantes y no nos involucramos a largo plazo, como el amante con ojo inquieto que busca siempre algo mejor.
“¡Deje de coquetear con la iglesia!”, Joshua Harris.