Martyn Lloyd-Jones, sobre la oración



Nuestro Señor insiste en que deberíamos comprender que es nuestro Padre. La relación es la de Padre e hijo. ¡Oh, si comprendiéramos esto! Si comprendiéramos que este Dios todopoderoso es nuestro Padre por medio del Señor Jesucristo. Si comprendiéramos que somos en realidad hijos suyos y que cuantas veces oramos es como el hijo que acude a su Padre. Él lo sabe todo respecto a nosotros; conoce todas nuestras necesidades antes de que se las digamos.

Del mismo modo que el padre se preocupa por el hijo y lo cuida, y se adelanta a las necesidades del hijo, así es Dios respecto a todos aquellos que están en Cristo Jesús. Desea bendecirnos muchísimo más de lo que nosotros deseamos ser bendecidos. Tiene un plan y programa para nosotros. Debo descartar ese pensamiento de que Dios se interpone entre mí mismo y mis deseos y lo que es mejor para mí.

Todo lo que hagamos en la vida cristiana es más fácil que orar. No es tan difícil dar limosna —el hombre natural también hace eso, y uno puede poseer un verdadero espíritu de filantropía sin ser cristiano—. Algunos parecen haber nacido con una naturaleza y espíritu generosos; para ellos el dar limosna no ofrece ninguna dificultad. Lo mismo se aplica a la cuestión de la autodisciplina —al abstenerse de ciertas cosas y asumir ciertos deberes y tareas—.

Dios sabe que es mucho más fácil predicar desde un púlpito que orar. La oración es, sin duda alguna, la piedra de toque final, porque el hombre puede hablar a los demás con mayor facilidad de lo que puede hablar con Dios. En último término, por consiguiente, el hombre descubre la verdadera condición de su vida espiritual cuando se examina a sí mismo en privado, cuando está a solas con Dios. ¿No hemos descubierto que, en cierto modo, tenemos menos que decirle a Dios cuando estamos solos que cuando estamos en presencia de otros? No debería ser así, pero a menudo lo es.

De modo que nuestra posición verdadera en el sentido espiritual, la descubrimos cuando hemos abandonado el campo de actividades y proceder externos relacionados con otras personas, y nos hallamos a solas con Dios. No sólo es la actividad más elevada del alma, es también la piedra de toque final de nuestra verdadera condición espiritual.

Hay otra forma de decir lo mismo. Se puede decir que la característica más destacada de todas las personas santas que el mundo ha conocido ha sido que no sólo han dedicado mucho tiempo a la oración en privado, sino que han hallado una gran satisfacción en ello. No se lee la vida de ningún santo sin encontrar que así haya sucedido. Cuanto más santa es la persona, más tiempo dedica a la conversación con Dios. Así pues, es un asunto de importancia vital y absoluta. Y no cabe duda de que hace más falta la instrucción sobre este tema que sobre cualquier otro.
Reunión de Jóvenes sábados a las 6 pm Urb. Alvarez Thomas D-11