Esto es lo que siente Satanás continuamente. Cada vez que cree que ha metido un gol para su equipo, en realidad ha anotado un gol para Dios. ¿Pueden imaginarse lo frustrado que se ha de sentir?
Pensemos de la esposa de Abraham, Sara. Dios le promete un hijo, pero pasan los años y no hay descendiente. Satanás apunta a esa cuna vacía para crear tensión y disensión y dudas. Sarah sirve de perfecto ejemplo de que no se puede confiar en las promesas de Dios. Pero, inesperadamente llega Isaac para llenar esa cuna, y Sarah a los 90 años de edad se convierte en el modelo perfecto de toda la historia para comprobar que Dios siempre cumple sus promesas.
¿Se acuerdan de Moisés? Satanás y todos sus demonios se mueren de risa el día en que el joven Moisés monta su caballo y sale huyendo de la presencia de Faraón. Ahora no hay manera en que él pueda librar a su pueblo de
¿Qué diremos de Daniel? La vista de toda esa juventud Israelita llevada en cautiverio alegra al corazón de las huestes satánicas. ¡Ahora verán lo que es ser esclavo! Pero en lugar de esclavitud, Dios los eleva y llegan a ser príncipes de Babilonia. El mismo joven que Satanás quiso callar llega a ser el hombre que sabe orar y recibir de Dios la interpretación de sueños, y es elevado por encima de los sabios del reino para servir de consejero a los reyes de Babilonia. ¿Qué risa, creen, queda en los labios de ese mundo demoníaco?
También podemos pensar de Pablo. Ponerle en la cárcel romana pareciera un triunfo para Satanás. Ahora de ninguna manera podrá seguir abriendo iglesias y predicandole a los gentiles. Pero la cárcel se convierte en un escritorio. De la pluma de Pablo salen las hermosas cartas para las iglesias de Galacia, Efeso, Filipo, y Colosa, cartas que hasta el día de hoy traen inspiración e instrucción para el pueblo de Dios. ¿Pueden ver a Satanás pateando la tierra y crujiendo sus dientes cada vez que un cristiano lee una de esas cartas, diciéndose, “¡Y pensar que fui yo el que hizo posible que se escribieran, poniéndole a Pablo en la cárcel!”
Y de Pedro también podemos hablar. Satanás procura desacreditar a Jesús provocando a Pedro a negarle. Pero, otra vez el plan se le invierte. En lugar de Pedro servir como ejemplo de desgracia y fracaso, se convierte en ejemplo de cuán profunda es la gracia de Dios para levantar a los caídos.
Cierto es que cada vez que Satanás cree haber hecho un gol, resulta que ha goleado para Dios. Vez tras vez la Biblia aclara quién es el que en verdad gobierna