“Huid de la fornicación”, 1 Corintios 6.18

Algunos de los corintios parecen haber estado prontos para decir: “Todas las cosas me son lícitas”. Pablo se opone a este peligroso engaño. Hay una libertad con que Cristo nos ha hecho libres, en la cual debemos afirmarnos, pero con toda seguridad, el cristiano no debe ponerse nunca bajo el poder de un apetito carnal cualquiera. El cuerpo es para el Señor; debe ser instrumento de justicia para santidad, por tanto, no debe ser instrumento de pecado.

Honra para el cuerpo es que Jesucristo fuera levantado de entre los muertos; y será honra para nuestros cuerpos que sean resucitados. La esperanza de la resurrección en gloria debe guardar a los cristianos de deshonrar sus cuerpos con lujurias carnales. —Si el alma se une a Cristo por fe, todo el hombre es hecho miembro de su cuerpo espiritual.

Otros vicios pueden derrotarse con lucha; pero contra el que aquí se nos advierte, sólo es con huida. Enormes multitudes son cortadas por estos vicios en sus formas y consecuencias variadas. Sus efectos no sólo caen directamente sobre el cuerpo, sino con frecuencia en la mente. Nuestros cuerpos fueron redimidos de la merecida condenación y de la mísera esclavitud por el sacrificio expiatorio de Cristo.

Tenemos que ser limpios, como vasos dignos para el uso de nuestro Maestro. Estando unidos a Cristo como un solo espíritu, y comprados a precio de indecible valor, el creyente debe considerarse como totalmente del Señor, por los lazos más fuertes. Que glorificar a Dios sea nuestra actividad hasta el último día y hora de nuestra vida, con nuestros cuerpos y con nuestros espíritus, que son de Él.

Comentario bíblico Matthew Henry, Editorial CLIE.
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