Cuando se trata de la receta de Dios para la manera en que tú y yo debemos vivir y amar, Dios desea que seamos cierto tipo de personas: sus imitadores.
Paso 1: En lugar de buscar la persona correcta, conviértete en la persona correcta
Nuestro amor por los demás fluye de nuestra seguridad de ser amados profundamente. En lugar de una búsqueda constante de la persona correcta, Dios nos dice que nos convirtamos en la persona correcta.
Imitar a Dios (Efesios 5.1) significa que en las relaciones debemos ser amables y sensibles, sentir simpatía, tener discernimiento, estar dispuesto a entender los errores ajenos y perdonar constantemente. Significa que deseamos lo mejor para los demás. La clave para desarrollar una gran relación es convertirse en la persona correcta.
Si tratan de construir intimidad con alguien antes de haber realizado el arduo trabajo de convertirse en personas enteras y sanas, cada relación será un intento por llenar el hueco en el corazón y completar lo que les falta. Esa relación terminará en un desastre.
Paso 2: En lugar de enamorarte, anda en amor
Esto significa que amamos a los demás como Cristo nos amó a nosotros. ¿Cómo lo hizo? Se dio a Sí mismo. Andar en amor tiene que ver con un compromiso hasta el sacrificio.
Dios no nos dice que nos enamoremos, sino que andemos en amor. El amor genuino no es una masa de buenos sentimientos; es una renuncia deliberada, intencional, honesta y hasta dolorosa a la auto preservación en bien de la otra persona. El amor genuino dice: “Voy a dar lo que necesitas, no buscaré lo que yo quiero”.
Paso 3: En lugar de fijar tus esperanzas y sueños en otra persona, fija tu esperanza en Dios y procura complacerle a través de esta relación
La receta de Dios crea una perspectiva emocionante en la cual dos personas aprenden a complacer a una tercera: Dios; y lo hacen a través de cómo llevan ellos su relación. Básicamente uno al otro se transmiten la idea de: “Tú no eres la persona más importante en mi vida, Cristo lo es. Y cuando lo agrado a Él, nuestra relación es todo lo fuerte y sólida que deseamos”.
Dios te invita a una vida de amor pensante y hasta el sacrificio en tus relaciones. Pero el producto secundario es justamente el tipo de intimidad, amor y compañerismo duradero que siempre has deseado.
Paso 4: Ante el fracaso, repite los pasos 1, 2 y 3
Si hay tensión en la relación, puedes mirar en el espejo y decir: “Señor Jesús, ¿estoy andando en amor? ¿Qué quieres hacer en mí, aunque mi pareja no cambie, para imitarte y andar en amor, para que esta relación pueda complacerte?”.
¿Entiendes la diferencia radical? Ya no culpamos ni manipulamos, sino que buscamos el crecimiento y la semejanza a Cristo.
Chip Ingram.
Chip Ingram.