Asistí a un banquete exclusivo la noche antes del desayuno de oración de un gobernador. El caballero sentado a mni lado me saludó con una advertencia contundente de que era ateo. Le dije que me alegraba de sentarme a su lado porque "en realidad nunca he conocido a un ateo".
Mientras sus cejas se arqueaban, le expliqué: "Un ateo piensa que puede probar que Dios no existe. Así que, por favor, dígame cómo lo ha logrado usted".
Pareció incómodo por un momento. "Pues bien, tal vez debería decir que soy agnóstico".
"¿Cuándo dejó de estudiar sobre Dios?", le pregunté.
Ahora su cuello empezaba a enrojecerse. Admitió que en realidad nunca lo trató.
"Pero un agnóstico es el que dice que piensa que a Dios no se le puede conocer, y uno puede ser agnóstico solo si ha tratad de conocerle y ha agotado la investigación". No estoy seguro siquiera de qué me hizo ser tan osado, pero añadí: "Así que yo diría que en tanto usted parece ser una persona muy bien educada, ha hecho una declaración insostenible".
Como es lógico, se ofendió y estuvo más bien callado el resto de la noche.
"La Fe", Charles Colson y Harold Fickett, Editorial Vida.