Es posible apagar el Espíritu, y es sumamente fácil proceder
de un modo que impide que nos llegue su influencia. Vale la pena enumerar
algunos de los peligros principales a la guía de Dios en nuestras vidas:
Primero, falta de disposición para pensar. Constituye falsa
piedad, sobrenaturalismo de un tipo insano y pernicioso, el exigir impresiones
internas que no tienen base racional, y negarse a aceptar la invariable
admonición bíblica a “considerar”. Dios nos hizo seres pensantes, y él guía
nuestra mente cuando en Su presencia procuramos resolver las cosas; no de otro
modo (Dt 32:29).
Segundo, falta de disposición para pensar por adelantado, y
comparar las consecuencias a largo plazo de los diversos cursos de acción. El “pensar
por adelantado” constituye parte de la regla divina para la vida, tanto como la
regla humana para el camino. A menudo sólo podemos ver lo que es sabio y
acertado (y lo que es disparatado y desacertado) cuando consideramos el
resultado a largo plazo.
Tercero, falta de disposición para aceptar consejo. La Escritura
recalca esta necesidad (Pr 12:15). Es señal de engreimiento y de inmadurez rechazar
el consejo ante las grandes decisiones. Siempre hay quienes conocen la Biblia,
la naturaleza humana, y nuestras propias capacidades y limitaciones mejor que
nosotros, y aun cuando al final no podamos seguir su consejo, el solo hecho de
haber considerado cuidadosamente su asesoramiento habrá tenido efectos
positivos.
Cuarto, falta de disposición para sospechar de uno mismo. Nos
desagrada ser realistas con nosotros mismos, a pesar de que nos conocemos bien;
podemos darnos cuenta de cuando otros se están engañando a sí mismos, mientras que
no conseguimos hacerlo en nuestro propio caso. Cuando decimos que “sentimos” o “presentimos”
que debemos hacer algo tenemos que estar seguros de que no estamos confundiendo
la dirección divina con lo que en realidad es un sentimiento basado en los
reclamos del ego, en la falta de sobriedad, en el deseo de engrandecimiento
personal, o en una tendencia de evasión. Esto resulta particularmente cierto
cuando se trata de cuestiones sexuales o condicionadas por lo sexual.
Quinto, falta de disposición para deducir el magnetismo personal.
Los que no han tomado plena conciencia del orgullo y del autoengaño en sí
mismos no siempre pueden detectar estas cosas en otros, y de tiempo en tiempo
esto ha permitido que hombres bien intencionados pero engañados, con una
aptitud especial para el dramatismo en beneficio propio, logren un dominio
alarmante sobre la mente y la conciencia de otras personas, las que caen bajo
su influjo y dejan de juzgarlos con las normas ordinarias. Y aun cuando algún
hombre capacitado y dotado de magnetismo esté consciente del peligro y procure
evitarlo, no siempre logra impedir que algunos cristianos lo traten como a un
ángel, o un profeta, interpretando sus planes como dirección adecuada para
ellos, y siguiendo ciegamente su guía. Pero esta no es la forma de ser guiados
por Dios. No es que los hombres brillantes estén necesariamente equivocados,
por supuesto, pero tampoco están necesariamente en lo cierto. Tanto ellos
mismos, como sus opiniones, han de ser respetadas, pero no han de ser
idolatrados (1Ts 5:21).
Sexto, falta de disposición para esperar. “Espera a Jehová” es
un estribillo constante en los Salmos – consejo necesario porque frecuentemente
Dios nos hace esperar. Él no tiene tanto apuro como nosotros, y su modo de
proceder es el de no darnos más de lo que necesitamos para el tiempo presente,
o lo que necesitamos como guía para dar un paso a la vez. Cuando estemos en
duda sigamos esperando en Jehová y no hagamos nada. Cuando sea necesario, la
luz necesaria vendrá.
"El Conocimiento del Dios Santo", J.I. Packer.
"El Conocimiento del Dios Santo", J.I. Packer.