La pureza no es el resultado de una elaborada estrategia para evitar el mal, sino el resultado de caminar en la verdad
Texto Bíblico base: Salmos 119.9 La pregunta que hace el salmista no es sin importancia para nosotros. En primer lugar porque la pureza es un aspecto fundamental de la vida espiritual. El apóstol Pedro le dice a la generación del Nuevo Pacto: «Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia, sino, así como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir, porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.» (1Pe 1.14–16) Esto nos presenta uno de los más grandes desafíos de la iglesia, que incursiona en un mundo profundamente contaminado.
Existe otra razón por la que la pregunta de David es de peso. Su deseo es descubrir, puntualmente, cómo puede el joven guardar puro su camino. Esto no significa que la generación que los antecede está exenta de esta responsabilidad. Pero es de particular importancia que el joven descubra el secreto de la pureza porque se encuentra en una etapa de la vida donde las tentaciones poseen un poder especialmente seductor. La razón de esto es que el joven aún no ha adquirido la madurez ni la sabiduría para discernir cuál es el fin de muchas las propuestas impuras que el mundo ofrece. La respuesta que trae el salmo es breve, sencilla y bien al punto. Lo que hace falta es guardar la palabra.
Quisiera resaltar, por un momento, lo que no incluye esta respuesta. David no está diciendo que la pureza se logra memorizando los textos de los libros bíblicos, aunque esta disciplina, por cierto, es de mucha bendición. Tampoco está señalando que la pureza se obtiene mediante el estudio diligente de las Escrituras. Queda descartado, por ende, que podamos alcanzar la pureza escuchando muy buenas predicaciones bíblicas, ni leyendo excelentes comentarios acerca de las Escrituras. Todas estas actividades ciertamente pueden facilitar la tarea que propone el salmista, pero ninguna de ellas la puede sustituir.
Creo que es importante mencionar esto porque es muy fácil confundir la perspectiva y creer que las actividades mencionadas son prácticamente lo mismo que el camino señalado por el salmista. No obstante, la respuesta de David es bien clara: la pureza se obtiene con guardar la Palabra. ¿Y a qué se refiere con guardar? Cumplir, obedecer, seguir, practicar, ejecutar, vivir, hacer, ejercer… usted ya se da una idea de lo que implica. La pureza se alcanza cuando uno asume el compromiso de que cada acción, de cada momento, de cada día va a estar dirigida por los designios eternos del Señor.
Observe que la pureza no es el resultado de una elaborada estrategia para evitar el mal. En demasiadas congregaciones el enfoque de la vida cristiana es una larga lista de pecados a evitar. David, sin embargo, señala que la pureza es el resultado de caminar en la verdad, una postura mucho más saludable y atractiva para nosotros. Cuando vivimos haciendo lo bueno, lo malo automáticamente queda excluido como alternativa de vida. ¡Vale la pena guardar su Palabra!
Para pensar: ¿Qué palabra está trayendo Dios a su vida en este tiempo? ¿Qué pasos está tomando para guardarla? ¿Qué resultados ha observado?