Luchando con Dios: Génesis 32.24-25

(por Christopher Shaw)

Este es uno de esos pasajes que nos resulta por demás extraño. ¿Dios envuelto en una lucha cuerpo a cuerpo toda la noche? ¿Cómo ha de explicarse tan raro evento en el relato de la historia de los patriarcas? Para entenderla, debemos recordar la vida de Jacob. Había nacido hijo de la promesa. Por él pasaba la descendencia de aquellos que iban a ser parte de esa gran nación que le había sido anunciada a Abraham. De manera que la bendición de Dios reposaba sobre él aun desde el vientre de su madre.

Un rápido vistazo a los acontecimientos de su vida nos muestran a un hombre que no dudó en echarle mano de cuanto artificio pudiera para hacerse de la bendición que Dios le había prometido. Lo vemos envuelto en reiteradas situaciones en las que se aprovechó de la debilidad de otros, haciendo trampa, mintiendo, engañando y siendo engañado. Acumuló una gran fortuna en bienes, pero se hizo de muchos enemigos en el camino, incluido entre ellos su hermano Esaú, el cual había jurado matarlo por el odio visceral que le tenía. No es una figura que inspire.

A veces el Señor se toma años queriendo decirnos algo y no le prestemos atención. Su voz es la del «silbo apacible». Pero cuando no hacemos caso, debe adoptar métodos más directos. Este es uno de esos incidentes. En forma muy gráfica Dios le muestra al Patriarca lo que había sido su vida hasta este momento. ¡Una lucha sin fin por apropiarse de la bendición de Dios!

El relato nos dice que el Señor no pudo contra él. De cierto esta no era una puja por dominio físico. Dios podría haberlo destruido simplemente con la palabra de su boca. Pero no era la intención del encuentro destruirlo, sino mostrarle lo arduo y agotador que había sido el camino recorrido.

En un sentido muy literal, el Señor le dice al patriarca: toda la vida has estado luchando conmigo, sin darte cuenta que yo estoy de tu lado. ¿Cuándo dejarás de pelear contra mí? ¡Quédate quieto, y déjame que te bendiga de una buena vez por todas! El Señor mismo deseaba la prosperidad de Jacob. Pero no por el camino que el patriarca había escogido.

Muchas veces como líderes estamos tan desesperados por asegurarnos de la bendición de Dios para nuestros proyectos que echamos mano de todo lo que se nos viene por delante. Trabajamos con una desesperación que revela cuanto creemos que todo depende de nuestro esfuerzo. Y hasta logramos el avance deseado. ¡Pero cuánto más fácil hubieran sido las cosas si hubiéramos aprendido a unir nuestro trabajo al brazo fuerte de Dios!

Para pensar:
Quizás este es un buen momento para detenerse. Tome un momento para volver a poner las cosas en su lugar. Usted no está trabajando para Dios. Usted está trabajando con Dios. No quiera hacerlo todo. Descanse más en él, y verá que los frutos de sus esfuerzos serán mayores.
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