Dios te revela su voluntad poniendo una antorcha encendida en tu alma. Dio a Jeremías fuego para los corazones duros. Dio a Nehemías fuego por una ciudad olvidada. Encendió a Abraham por una tierra que nunca había visto. Puso fuego en Isaías mediante una visión que no pudo resistir. Ciento veinte años de predicación infructífera no extinguieron el fuego de Noé. Cuarenta años de peregrinación por el desierto no sofocaron la pasión de Moisés. Jericó no pudo hacer que Josué aflojara el paso y Goliat no asustó a David. Había fuego en ellos.
¿Sientes pasión por el canto? ¡Pues, canta!
¿Te sientes impulsado a administrar? ¡Administra!
¿Sientes dolor por los enfermos? ¡Trátalos!
¿Sientes pesar por los perdidos? ¡Enséñalos!
Anótalo: Jesús viene para encenderte. Él va como una antorcha de corazón en corazón para calentar lo frío, descongelar el hielo y avivar las cenizas. Es al mismo tiempo fuego galileo abrasador y una vela bien recibida. Viene a purificar la infección, a iluminar tu rumbo.
Encontrarse con el Salvador es ser inflamado. Descubrir la llama es descubrir su voluntad. Y descubrir su voluntad es tener acceso a un mundo que nunca has visto.