“Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él” (17:41).
Se define temeridad como “atrevimiento imprudente” y temerario como “demasiado atrevido”. Una persona temeraria a nada le tiene miedo. Ni la estatura del gigante, ni su voz, ni su escudero, hicieron impresión en el corazón del ungido.
Aunque el gigante andaba y se acercaba, David también andaba y se le acercaba. Goliat venía acompañado de “su escudero”. Este escudero nada podía hacer por el gigante, pero lo ayudaba. Si el diablo sabe dar ayudantes, mucho más los siervos de Dios deben tener personas que sean sus escuderos espirituales.
Un “escudero” debe honrar siempre a su líder. Su misión y función es resaltar su autoridad. En público o en privado hablará bien del líder. No permitirá que alguien ensucie el buen nombre de su líder.
Un “escudero” debe cuidar lo mejor posible a su líder. Espiritualmente el escudero aconseja y protege a su autoridad espiritual. Si sabe que alguna acción que haga su líder le puede perjudicar, le llama la atención con amor y respeto. No deja que nadie toque al líder para hacerle daño.
Un “escudero” debe caminar delante de su líder para avisarle de cualquier peligro. Para cuidarlo en el camino. No lo deja solo, sino que lo acompaña.
Un “escudero” debe ayudar a llevar las cargas de su líder. Esta posición no es de lujo espiritual, sino de servicio espiritual. Los líderes necesitan a alguien que los ayude a cargar muchas cosas.
Un “escudero” debe apoyar la visión de su líder y lo debe animar a moverse en esa visión. Le demostrará su respaldo. Y en lo que el líder requiera, estará a su lado.
Al ungido ni Goliat ni su escudero lo atemorizaron. Es un temerario espiritual. Goliat tenía un escudero visible, David lo tenía invisible.