La voluntad constante de aprender
Para producir en el rebaño resultados, necesitamos sentirnos como alumnos en la escuela de Dios. Dos tentaciones pueden dañarnos como líderes, la primera es creer que lo que sabemos es suficiente y no necesitamos continuar las investigaciones, y la segunda es pensar totalmente lo contrario, y vivir en permanente búsqueda de lo desconocido.
Pablo, que quería precisamente evitar que Timoteo asumiera esa actitud, trató de imprimir en él la necesidad de leer, tanto la Escritura como cualquier otro escrito que le ayudara en el combate contra los apóstatas.
Lo que denominaba “las fábulas” era la manera de interpretar y comentar los dichos sagrados que ponían a la Escritura al mismo nivel que los poemas de Homero. Así, el evangelio resultaba ser una alegoría de la relación entre Dios y el mundo que aniquilaba la redención y toda intervención de Dios para rescatar a los pecadores.
Enseñadores, como Timoteo y otros, no podían quedarse con los rudimentos de la enseñanza, ni con la actitud de combatir la constante evolución de la herejía con tradiciones intrascendentes que tornaban al combate en una lucha estéril de palabras (1Timoteo 1:4). Necesitaban estudiar constantemente el contenido de las sanas palabras y dedicarse plenamente a la enseñanza para confirmar el rebaño (Colosenses 2:7).
El tesoro sagrado recibió el nombre “el buen depósito” o “lo que te ha sido encomendado” (1Timoteo 6:20; 2 Timoteo 1:14), que es una expresión bancaria, y hace del contenido del evangelio en el interior de cada miembro de Cristo un patrimonio a disposición del Espíritu Santo.
Aunque ahora no tengamos las fábulas compuestas de los días apostólicos, existen también libros con muchas interpretaciones que las reemplazan, y causan dificultades similares y aun mayores. Las escuelas de interpretación se han multiplicado y traído a nuestra escena problemas exegéticos muy complejos. La situación vuelve a poner de relieve la urgente necesidad de que como líderes nos ocupemos en el estudio de la hermenéutica, que es la ciencia que nos ayuda a la interpretación sana de las Escrituras.
A modo de orientación, diremos que las primeras normas que hay que tener en cuenta en la interpretación se basan sobre las siguientes pautas:
Primero: La Escritura se interpreta a sí misma. Generalmente, cuando un tema se menciona por primera vez, aparecen datos que servirán de antecedentes documentales para la compresión futura.
Segundo: Una afirmación sobresaliente se encuentra rodeada de contextos que certifican las intenciones del autor y favorecen la comprensión de lo que afirma. El lector tiene que leer el contenido de todo el párrafo que rodea su texto.
Tercero: El significado de la palabra o frase se investiga primeramente teniendo en cuenta el uso o significado de su día.
Raúl Caballero Yoccou, “El líder conforme al corazón de Dios”
Reunión de Jóvenes sábados a las 6 pm Urb. Alvarez Thomas D-11