Máximas

Ora siempre. De ser necesario, usa palabras.
Sacrilegio es sentir culpa por los pecados perdonados.
Dios olvida el pasado. Imítalo.
Por la avaricia a menudo me he lamentado. Por la generosidad… nunca.
Nunca te pierdas la oportunidad de leer una historia a un niño.
Persigue el perdón, no la inocencia.
Sé doblemente amable con las personas que te traen la comida o estacionan tu automóvil.
Al comprar un obsequio para tu esposa, lo práctico puede resultar más caro que lo extravagante.
No le pidas a Dios que haga lo que tú quieras. Pídele que haga lo que sea correcto.
No fueron los clavos los que fijaron a Dios a una cruz. Fue amor.
Te darás por vencido con respecto a ti antes de que lo haga Dios.
Reconoce la respuesta a la oración cuando la veas y no te des por vencido cuando no.
La adulación es deshonestidad elegante.
Tratamos a otros del modo que percibimos que nos trata Dios.
A veces lo más piadoso que podemos hacer es tomarnos un día de descanso.
La fe en el futuro engendra poder en el presente.
Nadie es inútil para Dios. Nadie.
El conflicto es inevitable, pero el combate es opcional.
Nunca perdonarás a nadie más de lo que Dios ya te ha perdonado.
Alcanza el éxito en lo que tiene importancia.
Lamentarás haber abierto la boca. Pocas veces lamentarás haberla mantenido cerrada.
Ver el pecado sin la gracia produce desesperanza. Ver la gracia sin el pecado produce arrogancia. Verlos juntos produce conversión.
La fe es la firmeza del alma que le aporta osadía a los sueños.
Dios no tiene reloj.
Nunca subestimes un gesto de afecto.
Cuando Jesús se fue al hogar, dejó abierta la puerta de entrada.

Y para resumir todo:
En cuanto puedas, salda tus deudas.
Mientras puedas, brinda el beneficio de la duda.
Tanto como puedas, agradece. Él ya nos ha dado más de lo que nos merecemos.

“Cuando Dios susurra tu nombre”, capítulo 5, Max Lucado, Editorial Betania.
Reunión de Jóvenes sábados a las 6 pm Urb. Alvarez Thomas D-11