1. Egocéntricos
Permítame comparar a esos cristianos carnales con los bebés.
El bebé dispone de un pequeño mundo propio, y no tiene ni idea de que existe
otro mundo fuera del suyo. Es una personita egocéntrica, y todo lo demás –
mamá, papá, hermanos y hermanas – gira en torno a ese pequeño sol central.
Define su mundo con las palabras “yo”, “mío” y otras parecidas.
2. Orientados hacia los sentimientos
Otra característica de un bebé es que se ve afectado indebidamente
por sus sentimientos. La vida de un bebé gira en torno a sus sentimientos. El
más leve cambio en ellos tendrá una gran repercusión sobre la vida en general.
Un instante es un muchachito feliz, y al siguiente chilla como si se hubiera
acabado su mundo.
Los cristianos carnales tienden a vivir según sus emociones.
Primero, deben tener lo que ellos llaman “un buen ambiente” en la iglesia, y
entonces sí disfrutan. Si no hay buen ambiente, no lo pasan bien. Si eso sigue
igual, buscarán otro lugar donde la pasen mejor. Son más o menos víctimas y
marionetas de su entorno.
Los bebés están abatidos o se ríen a carcajadas sin motivo.
Se anima y se desanima con demasiada facilidad. Llora cuando no hay motivo para
ello y ríe cuando no es divertido. Al cabo de un tiempo, un cristiano debería
aprender que las cosas no deben ser así.
3. Dependientes de lo externo
Un bebé carece de vida interior. Déle a un bebé un sonajero
de colores y se entretendrá durante horas. A medida que se hacen mayores, su
capacidad va aumentando, pero aún así no tienen vida interior. Descansan por
completo en lo externo.
Éste es también un rasgo de un cristiano carnal. Vive
demasiado en la religión visible, y depende de las circunstancias externas. Le
gustan las luces de colores y los sonidos curiosos o atractivos, y el aspecto
de determinados uniformes o decoraciones; todo lo que alimente su mente
infantil llamándola desde fuera, de lo interno a lo externo.
El cristiano carnal no puede adorar sin sonajeros o juguetes
religiosos; si no los tiene, se aburre y pierde interés. Para un cristiano
maduro, cualquier lugar desapacible es propicio para adorar si tiene el corazón
en su sitio y el Espíritu habita en él. La adoración y la comunión con Dios no
dependen de lo externo.
4. Carentes de propósito
Otra característica de un bebé es su ausencia total de
propósito. Un bebé ve una pelota y la quiere. La pide llorando, y cuando la
obtiene, se decepciona. No quería la pelota con ningún propósito concreto. Pero
cuando un niño crece un poco más, comienza a apartar los objetos o a avanzar
hacia uno determinado. Cuando llega a la adolescencia, ya habrá elaborado un
propósito para su vida.
De la misma manera que un bebé no tiene propósito, el
cristiano carnal tampoco lo tiene. Vive para la siguiente lección. Quiere saber
dónde estará el buen predicador, y va a escucharle. Quiere enterarse de dónde
cantará ese coro tan estupendo, y va, se sienta y halaga su carnalidad
escuchando a los mejores cantantes que encuentre. O bien quiere saber dónde se
reúne el mayor número de personas, y la multitud le carga las baterías. Aquí no
hay propósito alguno; nunca entró y cayó de rodillas para decir: “Dios, ¿para
qué he nacido, y por qué he sido redimido? ¿Qué sentido tiene todo?”. Su vida
carece totalmente de propósito.
"Fe Auténtica", A.W. Tozer, Editorial Portavoz.